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Garbanzos asados, snack vegano.

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El garbanzo (Cicer arietinum), un elemento básico de las cocinas de Oriente Medio, África y la India, es la segunda leguminosa más cultivada en el mundo después de la de soja. Los garbanzos son grandes legumbres redondeadas, que parecen más bien como un guisante grande redondo con una superficie interesante llena de baches , se almacenan muy bien, y tienen un alto valor nutritivo, aunque no son muy resistentes a la enfermedad, en comparación con otras legumbres.

La versión silvestre del garbanzo (Cicer reticulatum), sólo se encuentra en algunas partes de lo que hoy es el sureste de Turquía y Siria adyacente, y es probable que se cultivara allí por primera vez, hace unos 11.000 años. Forman parte de la cultura que desarrolló por primera vez la agricultura en nuestro planeta, en el Neolítico Pre-Cerámico. Se han encontrado garbanzos cultivados en varios yacimientos arqueológicos: Tell el-Kerj y Dja’de en Siria (entre 11.000 aC y 8.000 aC), Cayonu, Hacilar y Akarçay Tepe, en Turquía (entre 8.700 aC y 6.700 aC), y Jericó en Cisjordania (entre 8.350 aC y 7.370 aC).

Los garbanzos cultivados se dividen en dos grupos principales llamados desi y kabuli, pero también se pueden encontrar variedades en 21 colores diferentes y varias formas.

Los eruditos creen que la variedad más antigua de garbanzo es la forma Desi, que son pequeños, angulares y de color abigarrado. La clase desi probablemente se originó en Turquía y se introdujo posteriormente en la India, donde se desarrolló la clase kabuli, la forma más común de garbanzo hoy día. La clase Kabuli tienen semillas grandes y picudas de color beige, son más redondeados que los desi.

Hoy os propongo una receta que está muy de moda en New York. Se trata de un aperitivo sencillo, económico, resultón y con mucho sabor, que a nadie deja indiferente, los garbanzos tostados picantes al curry con romero y tomillo .

Además de las patatas y los dips de verduras fritos y acompañados con salsas como aperitivos, hay algo maravilloso en estos garbanzos picantes. Recientemente tuvimos una fiesta en casa e hicimos estos garbanzos tostados como aperitivo para acompañar las copas de bienvenida a la llegada de nuestros amigos. Tuvieron un éxito tan grande que apenas llegué a hurtadillas a probar una cucharada pequeña antes de que desaparecieran. ¿La razón? Estos garbanzos tienen esa perfecta combinación de especias, sal, hierbas y un toque saludable de buen aceite de oliva. Satisfacen como ningún otro chip y les va estupendamente bien a vuestros invitados por su pequeño aporte de proteína. Si por alguna razón tenéis sobras después del evento, son maravillosos para dar un toque crunch a las sopas o a las ensaladas.

Hay muchas, muchas maneras de hacer garbanzos tostados en casa. Podemos comenzar con garbanzos secos y dejarlos remojar durante toda una noche o usar garbanzos cocidos en conserva, que es lo que hice yo. Con los garbanzos en conserva, hemos de asegurarnos de que quedan muy bien enjuagados y, aún más importante, hay que secarlos muy bien. Si no están completamente secos, no conseguiremos ese toque crujiente que les da ese punto tan atractivo. He utilizado un spinner para ensaladas, haciéndolo girar a toda velocidad para eliminar la humedad de mis garbanzos antes de comenzar.

Para condimentarlos, he usado una combinación de curry en polvo, comino y pimentón, pero se puede jugar con casi cualquier perfil de sabor que os guste. Si queréis hacer una versión más italiana, podéis utilizar orégano seco y albahaca. Para una toque más dulce, podéis experimentar con canela y una pizca de clavo de olor.

Las opciones para experimentar parecen no tener fin, aunque lo único que no modificaría es la cantidad de aceite de oliva o sal, pues son puntos de referencia de la receta para conseguir un sabor delicioso.

Los garbanzos asados son muy populares entre los blogers culinarios de internet. Y esto es por una buena razón: los garbanzos asados son refrigerios saludables, dorados y crujientes que combinan bien con una variedad casi infinita de condimentos. Una vez que aprendes a preparar la receta básica, puedes preparar garbanzos asados picantes, extra picantes, dulces y condimentados con canela o acompañados con elegantes hierbas.

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Ingredientes:

1 tarro de garbanzos, enjuagados, escurridos y secados.
3 cs de aceite de oliva
2 cc de pimentón
1/2 cp de comino molido
1/2 cp de curry en polvo
3/4 de cp de sal kosher
1 cs de ralladura de limón recién rallada
1 cp de romero fresco, picado
1 cp de tomillo fresco, picado

Preparación:

Abrimos un tarro de garbanzos cocidos y los vertemos en un escurridor. Lavamos muy bien los garbanzos bajo el chorro de agua fria, para eliminar el agua de cocción.

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Precalentamos el horno a 220 °C. Ponemos los garbanzos bien secos en una bandeja de hornear con borde, en una sola capa, sobre una lámina para cocinar (silkpat) o sobre papel de hornear y los asamos durante 15 ó 20 minutos, revolviendo cada tanto, hasta que los garbanzos estén dorados. Es importante tener en cuenta que el tiempo de asado no depende del cambio de color. Cuando los garbanzos se vuelven marrones ya se han quemado. Lo que hay que hacer es ir probando a prensar un garbanzo entre los dedos: lo que necesitamos es que sean ligeramente crujientes por fuera pero suaves por dentro. Vigilad cuidadosamente los garbanzos mientras se cocinan en el horno. Pueden pasar de crudos a quemados en pocos minutos.

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Mientras los garbanzos se están asando, preparamos el aceite de oliva, el pimentón, el comino, el curry en polvo, la sal, la ralladura de limón, el romero y el tomillo. Hay que tener en cuenta que el sabor se concentrará mientras se asan los garbanzos, por lo que es preferible sazonar un poco de menos. En un tazón mediano incorporamos los garbanzos tostados y añadimos el aceite, las especias y las hierbas, y mezclamos con cuidado hasta que todos los garbanzos estén bien cubiertos. Comenzamos con las cantidades de condimentos propuestas, luego probamos de sabor y añadimos lo que nos haga falta. Siempre es posible añadir más condimentos al producto terminado.

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Los devolvemos a la bandeja para hornear y los seguimos asando otros 4-5 minutos. Una vez fuera del horno, los dejamos enfríar un poco durante 2-3 minutos.

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Ya solo nos queda servirlos aun calientes para que nuestros invitados disfruten de un magnífico snack, sano y natural.

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Os dejo a continuación algunas sugerencias de distintos sabores para adaptar el aperitivo a la cena que vayáis a preparar. Para preparar otra versión de garbanzos al curry, los condimentamos con polvo de curry, pimienta de cayena, canela y una pizca de cardamomo.

Si queremos obtener unos garbanzos deliciosos para cualquier ocasión, los podemos condimentar con semillas de cilantro y semillas de hinojo molidas, orégano seco, laminillas de pimientos rojos secos o pimienta de cayena y sal.

También podemos preparar garbanzos al limón, condimentándolos con sal, pimienta, jugo de limón y mostaza de Dijon.

Si queremos preparar unos garbanzos bien picantes, los condimentaremos con salsa de adobo, jalapeños picados en adobo, comino molido y sal.

Para unos garbanzos al estilo asiático, hay que combinarlos con salsa de soja, aceite de sésamo tostado, vinagre blanco de arroz, ajo bien triturado y jengibre recién rallado.

Y por último, para preparar garbanzos agridulces, les añadimos azúcar o miel, y canela.

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Espero que os gusten.

Jambalaya criollo, el arroz de Louisiana.

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El Jambalaya es un plato criollo de Luisiana de influencia española y francesa. Se trata de un plato que se originó en las islas del Caribe. La cultura española en combinación con los alimentos nativos dio lugar a lo que se conoce como Jambalaya. Es un primo cercano de la paella valenciana. Hay dos métodos principales de hacer jambalaya: el criollo y el Cajun. Se cocina de manera diferente dependiendo de cada región.

El primero y más común es el jambalaya criollo. En primer lugar, se añade al guiso carne que suele ser pollo y salchichas tipo andouille o salchicha ahumada, y seguidamente lo que se conoce como la santísima trinidad (apio, pimientos y cebollas). Después se añaden los tomates seguidos de pescados y mariscos. El arroz y el resto de ingredientes se añaden al final. La mezcla se lleva a ebullición y se deja cocer a fuego lento entre 20 y 60 minutos, dependiendo de la receta, revolviendo de vez en cuando. Algunas versiones requieren que el jambalaya sea horneado después de la cocción de todos los ingredientes.

El segundo estilo, más propio del suroeste y centro-sur de Louisiana, es el Jambalaya Cajun, que no contiene tomates. La carne se dora en una olla de hierro fundido y se retira. Los trozos de carne que se pegan en el fondo de la olla son los que dan al Jambalaya cajun su color marrón. Se añade un poco de aceite vegetal si no hay suficiente grasa en la olla, se incorpora la «santísima trinidad» y se saltea hasta que las verduras estén blandas. En el siguiente paso se añaden los condimentos, y luego las carnes se devuelven a la olla. Se incorpora el caldo y se hierve a fuego lento, tapado, durante al menos una hora. Por último, la mezcla se lleva a ebullición y se añade el arroz a la olla. A continuación, se cubre y se deja a fuego muy lento durante casi media hora sin revolver. El plato se termina cuando el arroz se ha cocinado.

Existe un tercer tipo de jambalaya pero es menos común: el «jambalaya blanco». En esta versión, la carne y las verduras se cuecen por separado del arroz. Al mismo tiempo, el arroz se cuece en un caldo sabroso. Se agrega a la carne y las verduras antes de servir. Este plato es poco común en Louisiana, ya que es visto como un intento para hacer jambalaya «rápido», popularizado fuera del estado para acortar el tiempo de cocción.

Muchas personas en el sur, y normalmente en Louisiana, disfrutan de un estilo más sencillo Jambalaya. Este estilo se cocina igual que el estilo cajun, pero no hay verduras. Muchos restaurantes sirven este estilo, porque en comparación con los otros, es más favorable a los niños, tiene una textura más consistente, y es más fácil de hacer. Muy a menudo se utiliza un arroz blanco de grano largo en la preparación de este jambalaya.

El Jambalaya es considerado por la mayoría de los residentes de Louisiana como un acompañamiento, un plato de arroz fácil de preparar. Sin embargo, los gumbos, los etouffes y otros platos criollos son considerados platos más difíciles de elaborar.

El Jambalaya se diferencia del gumbo y del etouffe por la manera en la que se incluye el arroz en el plato. En estos otros guisos, el arroz se cocina por separado y se sirve ecomo base del plato principal. En el jambalaya, se prepara un caldo sustancioso a partir de vegetales, carne, pescados y mariscos, y el arroz crudo se añade a continuación al caldo, cuyo sabor es absorbido por los granos cuando se cuece.

El jambalaya criollo nació en el barrio francés de Nueva Orleans, en el sector europeo original. Fue un intento de los españoles para hacer paella en el Nuevo Mundo, donde el azafrán no estaba disponible debido a los costes de importación. Los tomates se convirtieron en el sustituto del azafrán. Con el paso del tiempo, la influencia francesa se hizo fuerte en Nueva Orleans, y las especias del Caribe transformaron esta paella del Nuevo Mundo en un plato único. En la moderna Louisiana, el plato ha evolucionado en diferentes líneas. El jambalaya Criollo o jambalaya rojo como le llaman los Cajuns, se prepara principalmente en el entorno de Nueva Orleans, donde se conoce simplemente como «Jambalaya», e incluye tomates, que en el Jambalaya Cajún no se utilizan.

El Jambalaya Cajún se originó en la zona rural de los pantanos de la baja Louisiana, donde se disponía de cangrejos, camarones, ostras, cocodrilo, pato, tortuga, jabalí, ciervo, nutria y otros ingredientes. Para hacer este jambalaya puede ser usada cualquier combinación de carnes, incluyendo pollo o pavo. También se le conoce como «jambalaya marrón», y tiene un sabor más ahumado y picante que su primo criollo. Los criollos franceses introdujeron el jambalaya entre los Cajuns, pero como los tomates, que ellos omiten, apenas se utilizan en la cocina Cajún, doran la carne en su lugar para dar color.

La primera aparición en la prensa de la palabra ‘jambalaya’ en cualquier idioma se produjo en 1837, aunque el Jambalaya no apareció en un libro de cocina hasta 1878, cuando las damas de la Iglesia metodista St. Francis Street, publicaron el libro The Gulf City Cook Book, impreso en el sur de Mobile, Alabama. Experimentó un breve salto de popularidad entre los años 1920 y 1930, debido a su receta flexible. El plato era poco más que el arroz y las verduras que la población podía permitirse, pero la receta superó estas raíces humildes. En 1968, el gobernador de Louisiana, John J. McKeithen, proclamó como capital Jambalaya del mundo a la población de Gonzales (Louisiana), donde cada primavera, se celebra el festival anual de Jambalaya.

Este plato sería para los criollos americanos lo que la paella es para los españoles. Es claramente un plato emblemático de la cocina del estado de Louisiana y de su capital Nueva Orleans, muy sabroso, y con un toque picante, pero una delicia para todas las edades. La mayor dificultad es encontrar la salchicha ahumada típica de allí, que es picante. Pero si no la encontramos, cualquier otra salchicha ahumada nos puede servir.

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Ingredientes:

Para el jambalaya:

400 gr de pechuga de pollo, sin piel y sin hueso
250 gr de salchicha tipo Andouille o salchicha picante
1 cebolla grande
1 tallo de apio
1 pimiento verde
4 dientes de ajo
400 gr de tomate
2 cp de salsa picante
1 ½ cs de salsa Worcestershire
2 tazas de arroz de grano largo
2 tazas de caldo de pollo
2 tazas de agua
2 hojas de laurel
250 gr de camarones pelados
4 cebolletas verdes
1 cs de aceite de oliva virgen extra
2 cucharadas de mantequilla
Sal al gusto
2 cs de condimento criollo

Para el condimento criollo:

2 cp de ajo en polvo
2 cp de cebolla en polvo
2 cp de pimentón dulce en polvo
1 ½ cp de tomillo seco
1 cp de orégano seco
1 cp de albahaca seca
1 cp de pimienta de cayena
½ cp de pimienta negra recién molida
¾ cp de sal

Preparación:

En primer lugar hemos de preparar el condimento criollo. Lo podemos comprar ya preparado, pero si lo preparamos nosotros, es más fresco en sabor y aromas y lo adaptamos a nuestras preferencias. Para ello combinamos todas las especias en un molinillo de café o de especias y trituramos hasta obtener un polvo fino que guardamos en un frasco hermético hasta que lo necesitemos.

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Cortamos las salchichas ahumadas Andouille en rodajas. La carne de pollo la cortamos en pedazos pequeños, de bocado, y la adobamos con una cucharada del condimento criollo que hemos preparado.

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Cortamos las verduras de la «santísima trinidad» (apio, cebolla y pimiento), junto con los dientes de ajo, en brunoise.

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Una vez tenemos todo preparado calentamos la mantequilla junto con el aceite de oliva en una sartén grande o paella, a fuego medio-alto, y doramos el pollo por todos lados. Agregamos la salchicha andouille y cocinamos durante otros 3 minutos más o menos hasta que la salchicha se dore.

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Agregamos la cebolla, el ajo, el apio y el pimiento y salteamos durante 3 ó 4 minutos. Añadimos el arroz y removemos, los tomates cortados en cubitos, la cucharada restante de condimento criollo, la salsa picante, la salsa inglesa worcestershire y sal al gusto, y revolvemos para mezclar.

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Incorporamos el caldo de pollo, el agua caliente y las hojas de laurel. Llevamos a ebullición, reducimos el fuego a medio-bajo, tapamos y cocinamos a fuego lento durante 15 minutos, revolviendo muy bien en torno a la mitad del camino.

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Agregamos los camarones, tapamos y cocinamos a fuego lento durante 10 minutos más o hasta que el arroz esté tierno.

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Servimos espolvoreado con un poco de cebolleta verde en rodajas.

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Espero que os guste y lo disfrutéis.

Tomates verdes fritos, un plato de película.

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La película Tomates verdes fritos, que se estrenó en 1.992, es la versión cinematográfica de la novela de Fannie Flagg «Tomates verdes fritos en el Cafe de Whistle Stop» publicada en 1987.

Fanny Flagg revela el origen del café de ficción en su libro «The Original Whistle Stop Cafe Cookbook», que escribió en 1993, donde explica que se inspiró en el Irondale Cafe, puesto en marcha por su tía abuela Bess en los años treinta a las afueras de Birmingham (Alabama), su ciudad natal.

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El Irondale Cafe tiene un sitio web donde se relata su historia, y se cuenta que era muy conocido por sus sándwiches, carnes y verduras. Pero, no hay mención de los tomates verdes fritos hasta mucho después de que Bess Fortenberry vendiera el local, en 1972, a Bill McMichael, que trabajaba para el Ferrocarril del Sur. La primera vez que se menciona el famoso plato coincide con el lanzamiento de la película, en enero de 1992 en el Teatro Galleria Cobb de Birmingham. Justo después de su inauguración, los turistas de todas partes empezaron a visitar el Café. El periódico local publicó un artículo que titulaba: «¿Has visto la película? Ahora a probar el título». La multitud acudía a la cafetería y pedía los tomates verdes fritos. Se freían entre 30 y 40 kg cada día de la semana, y algunos más los domingos.

Cuando comenzaron a freír tantos tomates, pensaron que debían tener una mezcla de rebozado adecuada para su uso en una freidora. Experimentando, desarrollaron el rebozado «Fried Green Tomato butter mix» bajo la marca comercial «Whistel Stop», disponible en los comercios de EEUU por todo el país.

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Por tanto, la receta especial de los tomates verdes fritos en el café Irondale fue inventada después de la película. Esto no quiere decir que el Irondale Cafe no sirviera tomates verdes fritos antes de que se proyectara la película, pero parece haber sido en el mejor de los casos un elemento secundario de menor importancia hasta que los aficionados al cine lo encumbraron.

Bill y Sandi McMichael vendieron el Irondale Cafe en el año 2000 y se retiraron, pero mantuvieron los derechos del nombre «Whistlestop Cafe» y continúan vendiendo su mezcla de rebozado para tomates verdes fritos en los comercios y por Internet.

Entonces ¿de dónde proceden realmente los tomates verdes fritos? .

No se trata en absoluto de un plato sureño. Según parece, entraron en la escena culinaria de América en el noreste y el medio oeste del país, tal vez a través de los inmigrantes judíos, y desde allí se trasladaron al menú de los maestros de la escuela de economía doméstica de cocina que florecieron en los Estados Unidos de principios a mediados del siglo XX.

Una receta de «Tomates verdes fritos» aparece en el «Libro de Cocina Judía Internacional » (1919), recomendada como «un excelente plato de desayuno», y en el de la Tía Babette Cookbook (1889), otro libro de recetas judías kosher. Recetas de «Tomates fritos» (aunque no necesariamente verdes) aparecen en varios libros de cocina del Medio Oeste de finales del siglo XIX, incluyendo el Buckeye Cookbook (1877) y The Presbyterian Cookbook (1873) de la Primera Iglesia Presbiteriana de Dayton (Ohio). En la primera parte del siglo XX, las recetas para los tomates verdes fritos aparecían regularmente en los periódicos de todo el noreste y centro-oeste, por lo general en columnas de cocina.

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Once recetas de tomates verdes fritos fueron publicadas en periódicos entre 1900 y 1919, pero curiosamente las once estaban en las ciudades del Norte o del Medio Oeste (Fitchburg (Masachussets), Lincoln (Nebraska), Frederick (Maryland), etc.). Durante la década de 1920, dos periódicos del sur (uno en Danville (Virginia) y otro en Fayetteville (Arkansas)) publicaron recetas, mientras lo hacían los otros once que no eran del Sur. No se han podido encontrar recetas de tomates verdes fritos en periódicos sureños de los años 30, sólo uno (El Águila de Dothan) en la década de los 40 y ninguno entre 1950 o 1960.

En un artículo en la primera plana de la edición del 28 de septiembre 1944 del diario el Águila de Dothan (Alabama), se hacía burla de un folleto del Departamento de Agricultura de EE.UU. que defendía que todos los estadounidenses debían empezar el día con una canción, un desayuno nutritivo, y recomendaba productos como el Shortcake (pastel dulce estadounidense) , frijoles al horno y tomates verdes fritos. El título del artículo expresaba la opinión del editor de Alabama: «No, gracias, nuestros gustos culinarios no lo permitiran». El resumen del artículo afirmaba que a ningún sureño que se preciara de serlo, se le ocurriría comer un tomate verde frito.

Lo que se puede concluir es que el libro y la película de Flagg fueron los responsables de sacar los tomates verdes fritos del mundo del oscuro anonimato y proyectarlos al Olimpo de los clásicos platos del Sur, aunque al parecer no son tan sureños como nos han pretendido hacer creer.

Hoy os propongo preparar esta receta de la cocina norteamericana y acompañar los tomates verdes fritos con salsa criolla de mostaza y salsa alioli.

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Ingredientes:

Para los tomates y pepinillos fritos:

Tomates verdes, en rodajas
Pepinillos encurtidos en rodajas
1 o 2 huevos, ligeramente batidos
1 taza de almidón de maíz
1 taza de harina de maíz
1 taza de pan rallado
1 cp de ajo en polvo
1 cp de hierbas italianas
Aceite de cacahuete para freir
Sal al gusto
Pimienta negra al gusto

Para la salsa criolla de mostaza:

1/2 taza de vinagre blanco destilado
1/2 cp de pimentón dulce
2 dientes de ajo, picados
1/2 taza de semillas de mostaza marrones, aplastadas
1 cs de rábano picante recién rallado
Una pizca de pimienta de Cayena
Una pizca de pimienta de Jamaica
1 cp de sal kosher
1 cp de azúcar granulada
1 cp de jarabe de caña de Pure Steen 100%
4 cs de mostaza inglesa en polvo Coleman

Para la salsa alioli:

2 dientes de ajo
150 ml de aceite de oliva virgen extra (A.O.V.E.)
Jugo de limón
Sal

Preparación de la mostaza criolla:

La preparación de la mostaza criolla conlleva un plazo largo de maceración, y hay que hacerla con mucha antelación. Si disponemos de un tarro comercial de mostaza criolla nos podemos saltar ueste paso, en caso contrarió aquí tenéis la receta.

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Preparamos en primer lugar la salsa criolla de mostaza. Para ello colocamos el vinagre, la pimienta roja molida y el ajo en una cacerola pequeña, y lo ponemos a hervir. Apagamos el fuego y lo dejamos reposar durante 15 a 20 minutos, luego colamos la mezcla y desechamos los sólidos. Volvemos a hervir y agregamos las semillas de mostaza, apagamos el fuego y dejamos reposar durante 30 minutos.

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En un tazón pequeño, combinamos el vinagre con el rábano picante, la pimienta, la sal, el azúcar, el jarabe de caña, y las semillas de mostaza marrón. Agregamos la mostaza en polvo. Vertemos la mezcla en un frasco esterilizado, ponemos la tapa y cocemos al baño María durante 15 minutos.

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Cuando esté frío, apretamos la tapa y nos asegúramos que el frasco esté sellado. Lo colocamos en un lugar fresco y oscuro y lo dejamos madurar durante al menos 3 ó 4 semanas antes de usarlo. Este paso permitirá que los sabores se mezclen y permitirá guardarlo fuera del frigorífico, aunque será necesario hacerlo después de abrirlo.

Preparación de la salsa alioli:

El alioli, es como su propio nombre indica una salsa hecha con ajo (all) y con aceite (oli) y se forma emulsionando aceite con la pasta de ajo. ¿Cómo se hace el ajoaceite? Para hacer un buen ajoaceite o alioli, es necesario tener paciencia, buena mano y un poco de ritmo al batir. En un mortero machacamos bien los dos dientes de ajo bien picaditos y vamos añadiendo el Aceite de Oliva Virgen Extra (A.O.V.E.) en hilo casi gota a gota, consiguiendo emulsionarlo y sin dejar de batir y dar vueltas a la vez.

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Una vez se empieza a parecer a una mayonesa, seguimos añadiendo aceite hasta que obtengamos la cantidad necesaria. Si queréis hacerlo más suave podéis añadir una yema de huevo, (yo no lo hago) desde el principio. Al final, con unas gotas de zumo de limón para que quede más espeso y consistente, tenemos el allioli listo. Si no queréis hacerlo, podéis también usar el falso allioli, mezclando ajo majado al máximo con unas cucharadas de salsa mayonesa.

Preparación de los tomates y los pepinillos:

Comenzamos cortando los tomates verdes en rebañadas de 8 ó 10 mm y las ponemos a escurrir sobre una rejilla metálica.

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Mezclamos la harina de maíz y el pan rallado, añadimos el ajo, las hierbas, la sal y la pimienta. Revolvemos para mezclar bien. Preparamos una cadena de empanado. Utilizamos para ello tres recipientes del mismo tamaño y profundidad (lo suficientemente grandes como para contener varias rodajas de tomate a la vez). Colocamos el almidón de maíz en el primero, el huevo en el segundo, y la mezcla de pan rallado, especias y hierbas italianas en el tercero. Trabajando sobre una bandeja para hornear forrada con papel de pergamino o papel parafinado , comenzamos por recubrir las rodajas de tomate con almidón de maíz, golpeando suavemente para retirar el exceso (el almidón de maíz es mucho más fino que la harina y se pega muy bien a las verduras). Remojamos las rodajas cubiertas de almidón de maíz en el huevo batido y a continuación, las colocamos en la mezcla de pan rallado, recubriendolas bien. Sacudimos suavemente el exceso de empanado.

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Repetimos con todas las rebanadas de tomate y las colocamos en la bandeja de horno después de empanarlas (lo mejor es tener todo el empanado hecho antes de comenzar a freír. Esto nos permite trabajar con las manos limpias, y centrarnos en la fritura.

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También podemos freír chips de pepinillos encurtidos en vinagre de eneldo (encurtidos centroeuropeos) con el mismo método de empanado. Debemos colocar las rodajas de pepinillo sobre rejilla metálica para escurrirlas bien antes de hacer el empanado (humedad + aceite = mala combinación).

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Calentamos alrededor de un dedo de aceite de cacahuete o aceite vegetal en una sartén grande a fuego medio. Depositamos el tomate o los encurtidos en el aceite caliente con cuidado, para evitar salpicaduras.

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Cocinamos durante 2 ó 3 minutos o hasta que los bordes se pongan dorados. Con unas pinzas giramos cuidadosamente las rodajas y seguimos cociendo durante otros tres minutos. Extraemos las rodajas del aceite, colocandolas sobre una rejilla metálica y toallas de papel absorbente para escurrir el exceso.

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Servimos junto con un bol de salsa de mostaza criolla y otro de salsa alioli como acompañamiento.

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Espero que los disfrutéis.